Alocutio de noviembre 2013

Las almas de nuestros legionarios difuntos

Una de las más antiguas y más básicas cuestiones que los seres humanos se siguen planteando es: ¿existe la vida después de la muerte? A lo largo de los siglos se han dado muchas diferentes respuestas, e incluso ahora, en nuestros días. Pero la resonante respuesta de nuestra fe católica, sucintamente expresada en el Credo, es: Creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable. Es esta afirmación de nuestro Credo la que centra y da el sentido último a nuestras vidas. Necesitamos pensar seriamente y con frecuencia sobre nuestra muerte y sobre la vida después de la muerte. El Papa Francisco lo expone en una críptica frase, al decir: “el más allá nunca debe ser un pensamiento de último momento en nuestras vidas”. La resurrección de Cristo cambia todo. Es la razón fundamental para nuestra esperanza cristiana frente a la cruda realidad de nuestra muerte.
Frank Duff, nuestro Fundador, pensó largo y tendido sobre los novísimos (las cuatro cosas últimas): la muerte, el Juicio, el Cielo o el infierno. Su preocupación obsesiva era dónde pasarían las personas su eternidad. Uno podría decir verdaderamente, sin exageración, que él pasó toda su vida adulta tratando de lograr que la mayor cantidad posible de personas pasen su eternidad en el Cielo. Este es también el objetivo último de la Legión de María. Básicamente, los legionarios no tenemos otro propósito fuera de la salvación de las almas. No debemos perder de vista esta meta, en medio de los asuntos y la complejidad y los detalles de nuestras reuniones y trabajo diario. Necesitamos mantener continuamente la mirada en la eternidad.
Noviembre es una buena época para pensar en los novísimos y para profundizar nuestra conciencia de los transitorios de la vida y nuestro fin último. El capítulo 17 del Manual titulado “Nuestros Legionarios Difuntos” nos da una serena e incluso gozosa meditación sobre la muerte de un legionario y sobre cómo la Legión debe ocuparse de ella. El párrafo de apertura resume el profundo espíritu de la Legión sobre el fin de una vida legionaria en este mundo: “La campaña ha tocado a su término. He aquí un legionario muerto noblemente. Por fin llegó la hora de ser confirmado en el servicio: por toda la eternidad será legionario, porque la Legión es quien le ha forjado su eterno destino, ha sido el núcleo y el molde de su vida espiritual. Es más: en su larga y dificultosa travesía por este mundo siempre encontró seguridad y fuerza en esa súplica unánime que diariamente brotaba de los labios fervorosos de los legionarios, activos y auxiliares, pidiendo que, tras la lucha de esta vida, se vuelva a juntar la Legión, sin faltar uno solo, en el Reino de la Paz. ¡Qué consuelo para los legionarios todos, para él y para nosotros! Pero, por un momento, dolor también: la dolorosa pérdida de un amigo y de un hermano; y, por tanto, la necesidad de orar para que ese legionario difunto se vea sin dilación liberado de las penas del Purgatorio”. Es realmente formidable pensar que el mundo legionario entero estará rezando por nosotros cada día después que hayamos muerto.
Obviamente, es importante que observemos todas las directivas del Manual con relación a la oración por nuestros legionarios difuntos, no sólo porque bien podemos necesitarlas cuando llegue nuestra hora, sino también por los profundos lazos de amor que nos atan a las almas del Purgatorio. Son miembros preciosos del Cuerpo Místico de Cristo, y María es también la Reina y Madre de las almas del Purgatorio, y así debemos intentar participar de igual modo de su maternidad de estas almas. La Iglesia es una vasta comunidad de personas que se ayudan unas a otras a entrar al Cielo. Sería una pena si sólo nos viéramos a nosotros como necesitados de ayuda, y no hiciéramos nuestra parte en ayudar a otros. Así que los aliento a todos a cumplir la directiva especial del Manual que dice: “Cada año, en el mes de noviembre, todos los Praesidia harán celebrar la Eucaristía por todos los legionarios muertos en el mundo entero. En esta oración litúrgica -como siempre que se reza por los legionarios en general- quedan comprendidos todos los socios, tanto activos como auxiliares”. Pienso que este capítulo del Manual nos permite comprender mucho mejor el amor y el compromiso de Frank Duff no sólo con los legionarios en esta vida, sino eternamente. Los legionarios están siempre cerca de su corazón.